Define la RAE el éxito como el “Resultado feliz de un negocio, actuación, etc” y el fracaso como “Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio”. Parecen a primera vista antónimas o contrarias, pero diría más bien que son primas… o incluso hermanas. Cito la obra que fija, limpia y da esplendor como saque inicial seguramente condicionado por las 370 páginas de tesis doctoral recientemente editadas. Pero también porque con este café pretendo contarte mi visión del ÉXITO.
Me da igual tu profesión. Seguro que has regateado en una baldosa sin margen de error. Sin opción para el fracaso. Puedes incluso jugar en Champions y ser el Antoine Griezmann de lo tuyo. En cualquier caso, siempre dibujamos al éxito en un punto y, en el extremo contrario, pintamos el fracaso. Falso. El acierto y el error están muy cerca. Son polos opuestos, por supuesto. Pero muy muy próximos. Se acuestan juntos todas las noches en tu cabeza.
Puedo identificar (o eso creo) un patrón común. Mi manía de teorizar absolutamente todo me lleva a configurar un modelo repetido en el tiempo. Sería algo así como:
- Lo que me piden es imposible
- No va a salir bien
- Me voy a caer con todo el equipo
¿Te ha pasado? Perdona si juego la metáfora del fútbol, pero así me aseguro que jugamos en el mismo terreno de juego. En lugar de amenazas, intenta ver oportunidades:
- Lo que me piden #EsLaLeche
- Va a salir por la Puerta Grande
- Voy a ganar con por mi y por todo mi Equipo
Vaya por delante mi titular de portada: “El éxito es la ausencia de fracaso”. En ese reto muchas veces no importa que consigas un 10 sobre 10, sino que no suspendas el examen. Tampoco digo que las matrículas de honor sean inalcanzables. Haberlas, haylas. Pero dimensiona el proyecto, detecta los puntos débiles, identifica a las personas claves, programa alternativas … y revisa la app de AEMET y cruza los dedos para que no llueva.
El consuelo de meter la pata es autoconvencernos de que se aprende más de los errores. Mentira. Triste analgésico mental cuando en realidad tienes que reconocer tu incapacidad. Es más, seguramente tropieces por segunda vez en la misma piedra y te vuelvas a decir “bueno, de los errores se aprende”. Pues sigue aprendiendo machote, pero no con mi imagen de marca, mi packaging, mis publicaciones en redes sociales… ¡Nos la jugamos en cada tecla que pulsamos!
Reformulamos la teoría del ensayo error. No hay lugar para el ensayo. Sí para el cálculo de probabilidades. No te comprometas a lo que no te puedas comprometer. No jures ni hagas pactos de sangre. Intenta hacer tu trabajo de la forma más profesional posible. Argumenta por qué debería esa empresa confiar en ti. Por qué esa persona que tienes delante tiene que apostar por ti y no por otro más alto, con más pelo y seguramente peor vestido que tú.
Pitido final. Te has preparado, has disputado cada balón, has encendido pasiones y apagado fuegos y toca dar la rueda de prensa. Oye a tu presidente decir: “Todo ha salido relativamente bien, pero…” Y al escuchar ese PERO un escalofrío te recorre la espalda. Es un instante eterno en el que das por hecho se va a calentar el champán que habías puesto a enfriar. Da igual que hayas ganado el partido, que hayas conseguido tu objetivo… porque hay un pero. Es muy posible que nadie se acuerde de la intensidad con la que te has entregado, de la jugada de estrategia que resolvió el partido… Sólo quedará ese PERO en el recuerdo.
Éxito como ausencia de error. Éxito como optimización de recursos para alcanzar una meta, calculando probabilidades, asumiendo los mínimos riesgos posibles. Buscando el aprobado antes que la matrícula que te deje a 0. Consciente de la búsqueda del sobresaliente para que tu notable destaque por encima del mediocre suficiente. Cumple expectativas y promesas. Tu palabra es tu tarjeta de presentación. Tu palabra debe ser ÉXITO.